Hasta principios de los años 80, Barcelona tenía vigente en una de las ordenanzas municipales la participación ciudadana en el cuidado de la zona urbana cercana a la fachada. Es decir, que la población colaboraba en la limpieza de las calles. Aquello desapareció con la profesionalización del aseo de la vía pública y el barcelonés ya poco o nada se ha implicado en la conservación de lo que es todos y no es de nadie. Pero hace unos meses, justo antes de la pandemia, un grupo de personas empezó a plantar en los alcorques de los árboles. Esas macetas de las que puede salir un naranjo o un plátano pero que, lamentablemente, también funcionan como aseo para perros, aparcamiento de bicis o cenicero: ELPERIODICO.COM
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